Pastora Galvan

Mirame

Mirame

© Óscar Romero / La Bienal de Flamenco

Estaba contentísimo, casi relamiendome por haber tenido una Bienal tan plácida, ni una mala crítica en mis dedos, nada que desentonase con un estado de ánimo, que les confieso, ronda la calle de la alegría últimamente. Y Pastora Galván, por la que bebo los vientos, me sacó completamente de esta ensoñación. No entendí nada de lo que propuso Pastora y el planteamiento formal no encierra una complejidad como para no entenderlo.

Pastora vino a hacer un repaso de sus diez años de carrera y de sus cuatro espectáculos como primera figura del baile. Si es pronto o no para hacer este repaso es algo que no me compete a mi valorar, lo que es cierto es que la sensación que deja este "Mírame" es la de un espectáculo metido con calzador para que Pastora estuviese en esta Bienal de 2016.

Y, o la puesta en escena era tan vanguardista que no me enteré de la misa la mitad, que podría ser, o "Mírame" es un clamoroso despropósito dramatúrgico y estético.

Pastora baila de miedo, que quede claro. Y no en este espectáculo, bailaría de miedo en chanclas en Matalascañas con un tinto de verano en la mano. Tiene oro en las manos y en los pies y hasta la estampa mas grotesca o mas burlona adquieren un sentido en sus pasos. Pero el problema no radicó anoche en su baile, fuese este por bulerías festeras de Triana, por seguiriyas, acompañando música de Goran Bregovic o en cualquiera de los pasos de "La Francesa".

El problema fue una pésima selección del orden de los bailes y una absoluta calamidad en la puesta en escena, con luces entrando a destiempo, cantaores saliendo a medio cante, micrófonos que no sonaban, veinticinco minutos de retraso para empezar y veinticinco minutos seguidos de disparate tragicómico. Recuerdo haber alabado hace dos años la dirección escénica que Antonio Canales había propuesto para "&dentidades", con un orden y una fluidez dignas de elogio. Pues bien, el polo opuesto es este "Mírame". Y es tan desastroso que casi se lleva por delante a un descomunal Juan Requena que lo bordó por tarantos o a una maravillosa Angelita Montoya, que estuvo sobresaliente en cada cante flamenco y en cada cante arabesco. He de reconocer que me reí a mandíbula batiente, pero como el que se ríe viendo una obra escolar pasada de rosca.

El espacio que ayer ocupó Pastora casi forzadamente, es un espacio cerrado a otros artistas que merecen estar sobre las tablas del Lope en Bienal tanto como ella. Artistas como Mercedes Ruiz, Leo Leal, El Junco, Joaquín Grilo, Andres Peña, Pili Ogalla, Rosario Toledo, Marco Vargas y un larguísimo etcétera que no cuentan con la facilidad que los Galván cuentan para mostrar su arte en la Bienal, a pesar de estar perfectamente capacitados para presentar espectáculos sólidos y muy bien ejecutados. Y esta facilidad para que te programen debe ser una responsabilidad para Pastora e Israel, que era ayudante de dirección. Calificar lo de anoche como ópera bufa es un menosprecio a los que hacen humor en escena trabajando con todo su corazón. A un servidor le encanta reírse y tengo entre mis tesoros flamencos "La Gloria de mi madre" de La Choni. Pero incluso si lo que quería Pastora era hacer reír no basta con ponerse una peluca e imitar a las Grecas, la comedia también es algo que se trabaja concienzudamente y que merece mas esfuerzo y respeto.

En definitiva, que por primera vez me fui en esta Bienal a casa pensando que lo visto sobre las tablas no estuvo a la altura del que es considerado el mayor evento flamenco del planeta. Y por primera vez salí de un espectáculo de Pastora compadeciéndome por aquellos que habían pagado su entrada.


Javier Prieto, le 28/09/2016

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