Javier Barón/Rafael Campallo/Alberto Sellés

Inmanencia

Inmanencia

Se parecen mucho y no se parecen nada, decía una señora en la butaca de detrás. Y es cierto, hay un algo intrínseco en la manera de bailar de los tres protagonistas de estas letras que los hace parecer similares.

Debe ser esa la inmanencia que daba nombre al espectáculo. Ese concepto filosófico de lo que permanece en nuestra misma esencia. El cómo cada uno lleva esa esencia al baile es harina de otro costal. El espectáculo se define en una sola palabra: Baile. No estamos ante una puesta en escena de corte teatral ni con una línea dramática que lo unifique. Vimos propuestas individuales, en pareja y en trío. Todos bailaros solos y todos bailaron con todos. Y los tres bailaron de dulce, porque los tres son enormes bailaores. A partir de aquí los gustos personales son los que van a inclinarte el "ole" de un lado o de otro.

Alberto Sellés estuvo elegantísimo en unas templadas y angulosas peteneras. Se le vio disfrutar de lo lindo en los dúos y fue sin duda el que mas cómodo se desenvolvió en las coreografías grupales. Supongo que el Ballet tiene gran parte de culpa de esto último.

Rafael Campallo buscaba la aprobación de la platea casi en cada remate, se desenvolvió con fluidez en los pasos a dos, dejando también un momento precioso por cantiñas. Su baile individual, por seguiriyas, también se enfocó en llegar al patio de butacas, y quizás adoleció de cierta mirada interior.

Javier Barón pasó apuros en el colectivo, pero anduvo sobrado en los dúos, sobre todo en los tangos con Rafael. Su soleá por bulería fue a ojos de un servidor lo mejor de la velada. Pausado, preciso y con unos brazos personalísimos. Como verá cualquiera que sepa leer entre líneas, los gustos personales son los que han decantado mis "oles" en una u otra dirección.

Simplificando muchísimo las cosas, a Alberto se le nota el Ballet, a Rafael se le transparenta el tablao y a Javier le vemos los años de compañía y de teatros. En los "peros" a este "Inmanencia" hay que resaltar un par de cosas. El vestuario de los bailaores, muy sobrio no molestó ni destacó, pero en las cantiñas finales las camisas chirriaban como una cadena oxidada. Tres camisas rojas, cada una en un tono de rojo distinto, sin unidad.Por otra parte es cierto que el espectáculo no tiene una linea dramática ni teatral, pero si que trata de jugar con la continuidad entre escenas y pone tres enormes telas correderas colgadas del techo y estos elementos hay que cuidarlos. Las transiciones estuvieron mal, con Javier sacando dos telas al final de un cante y la tercera al principio del siguiente, a toda prisa, Escenas ligadas en los cantes pero sin ligaduras en la iluminación, cantaores entrando en escena a medio cante.

En una lejana Bienal de 2010 ya comenté algo parecido de "Vaivenes" de Barón, los mismos defectos de forma, que siendo justos se solucionaron a posteriori cuando disfruté "Vaivenes" de nuevo en el Festival de Jerez de 2011. Esperemos que vuelva a ocurrir igual, y que estos detalles desparezcan para que solo estemos pendientes del enorme baile de Javier, Rafael y Alberto.


Javier Prieto, le 20/09/2016

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