Tenemos la fortuna de vivir en una época en la que el flamenco se ha convertido en algo muy diverso, muy lleno de contraste y de matices. Pasar del Lope y de José Valencia al central a ver este "Bailables" es buena muestra de ello. Salir directamente de 1969 para irte sin ninguna duda a 2016. Esto fue la Bienal anoche. Y sin embargo no están tan lejos los polos como algunos quieren que creamos. Hay quien a buen seguro se santiguó con devoción por El Lebrijano elevándolo a los altares y quien se santiguó con espanto por Estévez y Paños hundiéndolos en el infierno. Y sin embargo el propio José Valencia nos recordaba pocos días atrás en una rueda de prensa, cómo la crítica, esa que ahora se pone la camisa de Juan Peña, hace unos años lo quemaba por hereje. Lo mismito que va a ocurrir con lo de anoche en el Central.
Y fíjense que sinsentido, porque los señores Paños y Estévez venían reivindicando a Antonio el bailarín, a Carmen Amaya o a Vicente Escudero, mas antiguos que cualquiera de los que juntamos letras en una crítica. Y venían reivindicando que todo se transforma y que una letra de seguiriya puede serlo de sevillana, que eso tampoco se ha inventado hoy, reivindicando que las letras de los cantes cuentan cosas y pueden narrar una historia, nada que la zarzuela o la ópera lleve siglos haciendo, reivindicando que este arte nuestro es tan triste como alegre, que bailar es algo que cada humano hace a su manera por mucho que queramos encorsetarlo y que por esa misma lógica bailar flamenco debe ser sinónimo de la libertad humana.
El onubense y el cordobés presentaron un artefacto destinado a hacernos sentir, con una crítica mordaz y descarnada a la iglesia católica escenificada en la Avaricia, el garrote vil y el baile de San Vito. Presentaron un cuerpo de baile absolutamente fantástico, todas y cada una de ellas capaz de moverse en el flamenco, el clásico español, la danza bolero, la estilizada, la clásica o la contemporánea, ni mas ni menos. Presentaron a un descomunal Matias Lopez "El Mati" capaz de tocar la guitarra, el piano, el cajón y de cantar con una jondura apabullante o crear unas sevillanas psicodélicas con tan solo su voz y una loop station.
Entre medias saetas de Marchena, martinetes, tanguillos, carceleras, tangos, seguiriyas, cachuchas, pregones o una soleá apolá.Un compendio, a simple vista desordenado, al que el texto y el contraste de tragedia y comedia iba dando sin embargo un orden. Del título y la sinopsis, comentar que tampoco es tan difícil de entender. Bailable fue todo lo que vimos y escuchamos porque todo lo que vimos y escuchamos se bailó.
La noche del 19 fue una estupenda noche de contrastes en la que sin embargo, la locura fusionadora de Juan peña El Lebrijano nos dio licencia para creer que este arte nuestro está en expansión y crecimiento, algo que Estévez y Paños conocen y algo que saben llevar al escenario, con un lenguaje personalísimo que algunos no entienden, otros entendemos solo a medias, pero que el corazón siente.