Anoche se echaba el cierre para mi a la Bienal 2016 y tuve la fortuna de vivir uno de esos momentos mágicos que a veces nos regala el flamenco.
Marina Heredia ya está posicionada en el olimpo del cante de su generación, no necesita que se la reivindique, es quizás junto a Estrella Morente la voz mas reconocible del flamenco en clave de mujer.
Su propuesta se antojaba interesante a la par que nos daba la oportunidad de disfrutar de un magnifica noche de toque además de la que la protagonista nos aseguraba de cante.
Marina eligió seis guitarras del flamenco, distintas y magistrales para encarar su espectáculo. Seis guitarras que eran seis estilos, seis maneras de encarar el cante y seis maneras de escuchar. Todo se teñía con el número seis, las cuerdas de las seis guitarras, los seis marcos que hacían de fondo a la escenografía y las seis bombillas que colgaban del techo. Marina definitivamente quiso homenajear desde su silla a la silla de al lado.
El primero en pulsar los bordones fue Paco del Gastor, por bulerías primero y por soleá a continuación, con los ecos que Diego del Gastor nos dejase para la historia y con el inconfundible sello de Morón. Marina cantó espaciando letras y dejando lugar a que las falsetas cobrasen el protagonismo.
También de Morón fue la segunda sonanta, en este caso en las manos de Dani Méndez que se adornó exquisito por alegrías y para acompañar el cuplé por bulerías. Tremendo el acompañamiento de palmas y sobre todo de la percusión de un Paquito González por el que un servidor siente una debilidad absoluta.
Marina lo hizo todo preciso y precioso, sacó a La Perla y a Mariana Cornejo en los cantes, estuvo rítmica y melódica. Una delicia. Para el cuplé eligió mexicanizar el "Voy a perder la cabeza por tu amor" y sazonarla con un "Cielito lindo" que sonó a gloria.
El turno de Manolo Franco llegó por tarantos y tientos, con ese sonido cristalino del maestro sevillano y una Marina comodísima en el cante.
Manuel Valencia introdujo unas seguiriyas tocadas en tres velocidades y unas bamberas que valían por si solas el precio de la entrada. Un prodigio de cante y de toque y uno de los momentos álgidos de la noche.
Y se produjo el momento mágico. El programa no nos anunciaba mas que cinco nombres, aunque si que contaba que serían seis los guitarrista en tocar. Marina nos habló para contarnos que le iba a pedir un favor a alguien que estaba en el público y que lo iba a poner en un aprieto. El elegido no fue otro que David Peña "Dorantes", que con cara de confusión y el pulso temblón se lanzó al ruedo y acompañó guitarra en mano a Marina en un homenaje conmovedor a El Lebrijano. Preciosa e intensa versión de esa "Mi condena" con la que el maestro Juan Peña nos regalase un palo nuevo hace años. Si el otro día Antonio Reyes se atrevió con la Canastera de Camarón, Marina hizo lo propio con la Galera del Lebrijano.
Para finalizar, José Quevedo "El Bola", habitual guitarrista de la cantaora granadina, sus manos y sus pies, como ella quiso definirlo, acompañó malagueñas y unos tangos absolutamente magistrales.
Marina con un planteamiento muy sencillo se sacó un señor espectáculo de la manga. Emocionó y demostró que su posición de primera figura del cante está mas que justificada. Un broche de oro para una Bienal que este que suscribe a disfrutado de lo lindo.