Uno se pone en la piel de Anabel Veloso y es probable que actuase de manera parecida. Anabel no es una novata, ni una bailaora que pase desapercibida, pero quizás la almeriense no está en las quinielas de las actuaciones fijas de la Bienal. Si a un servidor le dieran la oportunidad de presentar mi trabajo en un Teatro Central y poder llevar lo que me apeteciese en escena, creo que casi cualquiera que estuviese sobre las tablas sería digno de tener espectáculo propio.
Lo que hizo anoche la bailaora transitó por estos derroteros. Sobre la escena hubo en algunos momentos 25 músicos, entre ellos la Orquesta Bética de Cámara o Dorantes acompañado a la batería por Javi Ruibal.
Y evidentemente mantener el foco sobre el baile con tal cantidad de estímulos es una misión harto complicada. Anabel lo consiguió por momentos, sobre todo en una soleá bailada con una sensibilidad y un plante sobresalientes. En otros el acompañamiento le robó el protagonismo. Pero que quieren que les diga, ole por ella, por ser valiente y por darse el gusto de hacer algo tan complejo.
Hay que tener en cuenta que hay tres coreógrafos distintos y cuatro compositores musicales diferentes. Tres espacios escénicos, proyecciones, cellos bajando a escena desde las alturas. Vamos, un montaje muy complicado.
En lo positivo queda que no nos dio tiempo a aburrirnos, cuando no andabas embobado escuchando a la orquesta, Diego Villegas te dejaba boquiabierto dándole aliento al saxo, al clarinete, a la armónica o a la flauta. Cuando Londro o un enorme Juan de Mairena, no te quitaban el aliento cantando, te las tenías que ver con todo un Dorantes y un descomunal Javi Ruibal.
En la propuesta visual hay que destacar que Anabel ahonda en la búsqueda de unidad entre lo lírico y lo flamenco. Algo que ya hiciese en su "Poema Sinfónico nº 2". El maridaje entre música clásica, estética casi operística y flamenco es su sello personal y en mi corta carrera como juntaletras creo que es un sello único en el mundo del flamenco.
Muy reseñables varios momentos, además de la ya comentada soleá. La coreo en solitario "Olor a Romero", el acompañamiento con mantón a la "Caravana de los Zíncali" o la primera parte de las alegrías rayaron a gran nivel. El mantón le jugó malas pasadas en la segunda parte de las citadas alegrías y deslució un baile que iba para nota.
Dorantes, como siempre, estuvo soberbio, sonaba "Caravana de los Zíncali" abrazado por toda la orquesta y uno entendía que cualquier artista quiera bailar una pieza de suya. Su música además de compleja es de una sensibilidad tremenda. Y en solitario se fundió en un ser de cuatro brazos y dos cabezas con ese superdotado de la percusión y la batería que es Javi Ruibal. Sobre este momento en concreto tengo anotado en mi libreta " me da igual que música toquen, suenan perfectos".
Así que en lineas generales volvimos a ver a una Anabel, que por una cosa o por otra, arriesga cada vez que propone un espectáculo. Ya sea bailando entre tiburones o midiéndose a los mas grandes sobre las tablas.