Tomatito y Jorge Pardo juntos en la Bienal. Tan solo escribiendo esto debería ser suficiente. Me podría poner a versar sobre los artistas como un entendido rapsoda. Pero a quien vamos a engañar, a estos dos no hay que presentarlos, todo aficionado al flamenco y casi cualquier aficionado a la buena música sabe quienes son. Algo raro tiene que pasar para que den un mal concierto o muy necio ahay que ser para poner en duda su legado. Lo único importante ayer era que podía salir de ponerlos juntos encima de un escenario y de eso es de lo que voy a escribir.
Tomatito nos regaló para empezar rondeñas y soleá, sin mas ayuda que sus manos y su guitarra. Seguidamente se encargó diez palmas para darle compás a unas prodigiosas alegrías. Si alguien no sabe lo que es el soniquete que escuche a este señor tocar por alegrías o como hizo a continuación, por bulerías. De entrada el planteamiento prometía y los cuatro primeros números ya valían el precio de una entrada.
Con su hijo José como escudero se empeñó en ponernos la carne de gallina con "Two Much", que a un servidor le sigue pareciendo una autentica alucinación en directo cada vez que la toca. Y ahí que apareció Jorge Pardo, flauta en mano, jugando a ser la voz de "La Leyenda del Tiempo". Jorge es harina de otro costal, es pura inspiración y pura improvisación, así que a la sonanta no le quedó mas remedio que salirse del guión y prepararse para surcar océanos desconocidos. Y se encontraron entre la tempestad y la calma, se buscaron como dos amantes la primera noche, a veces acertados y a veces imprecisos, pero curiosos y estudiosos el uno del otro. Una vez acabado el primer envite, ya sabían como tocarse y Jorge dejó de jugar para suplantar por derecho a José Monje Cruz por levante, Camarón de aire y emoción pura en el teatro. Una esquisitez.
Ya sin Jorge y con el grupo al completo, el concierto se acomodó, se automatizó un pelín y solo Piraña hizo que el maestro Tomate se saliese del guión y nos regalase algún giro inesperado o algún cierre sorprendente. Seguirrillas/Tangos, un bolero de tremenda belleza, mas tangos y unas bulerías infinitas con la guitarra tocando al cante con esa maestría que ya es una estampa eterna en nuestro flamenco. Y así acabó el recital. Sin nada que reprochar, pero con la sensación de haber estado a punto de presenciar algo mas imponente, menos ensayado. Si Jorge, Tomatito y Piraña llegan a pillar la directa estaríamos hablando quizás de un milagro, o quizás de un desastre, vaya usted a saber. Pero a un servidor lo que le pone del flamenco es precisamente el riesgo, aunque acabe como el rosario de la aurora. Ojalá que estos dos colosos se vuelvan a cruzar mil veces, hasta que no les quede mas remedio que volvernos locos a todos.